Los cacereños despedimos ayer a nuestra patrona, que a las
nueve de la mañana inició su regreso al Santuario después de haber
permanecido once noches en la Concatedral de Santa María. Una de las
instantáneas de la jornada, marcada por el buen tiempo, la regalaron las
monjas del convento de clausura de Santa Clara, que confeccionan muchas
de las túnicas blancas y azules que lucen los hermanos de la cofradía
de la Virgen de la Montaña.
Las clarisas no se pierden ninguna procesión de subida de
la talla. Pero, hasta ahora, siempre seguían el desfile tras la celosías
de las ventanas del convento. Ayer, sin embargo, sorprendieron a los
asistentes al abrir la puerta de cochera situada en la calle Fuente
Nueva y cantar sin barreras físicas y a pie de calle a la imagen. Por
primera vez. «Ha sido muy bonito», admitía horas después tras el torno
del convento una de las 14 religiosas que habitan en Santa Clara.
Aunque sí fue la más novedosa, no fue la única fotografía
que regaló el regreso de la patrona. Hubo más, cargadas de historias
vinculadas a la tradición y devoción por la talla. Como la lluvia de
pétalos que cada año regala la familia Rosado a la Virgen de la Montaña.
Residen en el número ocho Fuente Nueva, la calle que une Pizarro con el
Puente de San Francisco. Desde hace años esta familia engalana sus
balcones con colchas y mantones y arroja flores al paso de la Virgen.
«La tradición la empezamos mi marido y yo. Después, mi hijo se quedó con
la casa y la continúa», explica Casilda Alcántara. «Yo sigo viniendo
para ayudarles todos los años. Tiramos muchísimas flores y muchísimos
pétalos de rosas y le decimos muchos vivas», añade. De los mantones que
cuelgan de los balcones de esta casa hay uno que esconde una bonita
historia familiar. Tiene más de cien años. «Se lo regaló mi suegro a mi
suegra cuando eran novios. Y mi suegra me lo regaló a mí. Imagino que se
quedará en esta casa cuando yo ve vaya», relata Casilda. «Vivimos este
día con muchísima ilusión», concluye.
En su descenso hacia Fuente Concejo, la Virgen de la
Montaña realiza diferentes paradas. Una de las obligadas se produce al
llegar al Puente de San Francisco, donde la cantante Felisa Rodríguez la
espera vestida de refajo para dedicarle una canción compuesta por ella.
«Estoy un poquito nerviosa porque el público me impone muchísimo
respeto. Pero hago esto porque tengo muchas cosas que agradecer a la
Virgen», detalla momentos antes de la llegada de la patrona a este
punto. Una vez realizada la actuación, Felisa despidió a la Virgen entre
vítores: «¡Viva la Virgen de la Montaña!, ¡Viva la patrona de Cáceres!,
¡Viva la madre de Dios!, ¡Viva la cacereña bonita!», gritó entre
aplausos.
Las hermanas Cortijo han heredado una tradición familiar.
Viven en el número 20 de la calle Miralrío y, desde que eran pequeñas,
han visto cómo sus abuelos y sus padres soltaban palomas a la Virgen.
Ellas mantienen este ritual. Para ello, instalan un altar a las puertas
de su casa, donde la imagen se para durante un instante. «Las palomas
nos las regalan», señala Guadalupe, que antes de montar el altar se pasa
por Santa María para ver la salida de la Virgen de la Concatedral.
Desde la Concatedral, el desfile continúo hacia la Plaza
Mayor, donde los hermanos de carga giraron la imagen hacia el
Ayuntamiento en señal de despedida hacia la ciudad. Después, siguió por
Pintores, San Juan, Plaza del Doctor Durán, Sergio Sánchez y Pizarro,
donde vive Fermina Corbacho. «Todos los años decoro mis balcones para
despedir a la patrona», ilustra esta vecina del número 15.
Desde Pizarro, la imagen continuó por Fuente Nueva y
Miralrío. Muy cerca de las once y media de la mañana la talla llegó a
Fuente Concejo, el lugar donde se produce la despedida oficial a la
patrona. Una año más, Rafael Valiente tomó el bastón de mando que la
alcaldesa de Cáceres, Elena Nevado, cedió el pasado día 24 de abril a la
Virgen durante la procesión de bajada y se lo devolvió a la regidora.
Nevado obsequió a la Virgen, además, con un ramo de rosas.
Tras escuchar la Salve y a ritmo del Redoble, la imagen
inició su ascenso hacia el Santuario por San Marquino, con un ritmo
mucho más rápido y ágil que hasta el momento. En Fuente Concejo la
procesión se acaba y se convierte en romería. Comienza entonces una
subida libre de protocolos, donde los hermanos de la cofradía suelen ser
agasajados con productos de la tierra durante el recorrido final.
«Me da mucha pena cuando se va. El novenario se me hace muy
corto», señala Josefa Marginet, que acudió a despedir a la Virgen a
Fuente Concejo.
Noticia: www.hoy.es
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