martes, 7 de mayo de 2013

Despedida de la Virgen de la Montaña


 


Los cacereños despedimos ayer a nuestra patrona, que a las nueve de la mañana inició su regreso al Santuario después de haber permanecido once noches en la Concatedral de Santa María. Una de las instantáneas de la jornada, marcada por el buen tiempo, la regalaron las monjas del convento de clausura de Santa Clara, que confeccionan muchas de las túnicas blancas y azules que lucen los hermanos de la cofradía de la Virgen de la Montaña.


Las clarisas no se pierden ninguna procesión de subida de la talla. Pero, hasta ahora, siempre seguían el desfile tras la celosías de las ventanas del convento. Ayer, sin embargo, sorprendieron a los asistentes al abrir la puerta de cochera situada en la calle Fuente Nueva y cantar sin barreras físicas y a pie de calle a la imagen. Por primera vez. «Ha sido muy bonito», admitía horas después tras el torno del convento una de las 14 religiosas que habitan en Santa Clara. 

Aunque sí fue la más novedosa, no fue la única fotografía que regaló el regreso de la patrona. Hubo más, cargadas de historias vinculadas a la tradición y devoción por la talla. Como la lluvia de pétalos que cada año regala la familia Rosado a la Virgen de la Montaña. Residen en el número ocho Fuente Nueva, la calle que une Pizarro con el Puente de San Francisco. Desde hace años esta familia engalana sus balcones con colchas y mantones y arroja flores al paso de la Virgen. «La tradición la empezamos mi marido y yo. Después, mi hijo se quedó con la casa y la continúa», explica Casilda Alcántara. «Yo sigo viniendo para ayudarles todos los años. Tiramos muchísimas flores y muchísimos pétalos de rosas y le decimos muchos vivas», añade. De los mantones que cuelgan de los balcones de esta casa hay uno que esconde una bonita historia familiar. Tiene más de cien años. «Se lo regaló mi suegro a mi suegra cuando eran novios. Y mi suegra me lo regaló a mí. Imagino que se quedará en esta casa cuando yo ve vaya», relata Casilda. «Vivimos este día con muchísima ilusión», concluye.
En su descenso hacia Fuente Concejo, la Virgen de la Montaña realiza diferentes paradas. Una de las obligadas se produce al llegar al Puente de San Francisco, donde la cantante Felisa Rodríguez la espera vestida de refajo para dedicarle una canción compuesta por ella. «Estoy un poquito nerviosa porque el público me impone muchísimo respeto. Pero hago esto porque tengo muchas cosas que agradecer a la Virgen», detalla momentos antes de la llegada de la patrona a este punto. Una vez realizada la actuación, Felisa despidió a la Virgen entre vítores: «¡Viva la Virgen de la Montaña!, ¡Viva la patrona de Cáceres!, ¡Viva la madre de Dios!, ¡Viva la cacereña bonita!», gritó entre aplausos. 


Las hermanas Cortijo han heredado una tradición familiar. Viven en el número 20 de la calle Miralrío y, desde que eran pequeñas, han visto cómo sus abuelos y sus padres soltaban palomas a la Virgen. Ellas mantienen este ritual. Para ello, instalan un altar a las puertas de su casa, donde la imagen se para durante un instante. «Las palomas nos las regalan», señala Guadalupe, que antes de montar el altar se pasa por Santa María para ver la salida de la Virgen de la Concatedral. 

Desde la Concatedral, el desfile continúo hacia la Plaza Mayor, donde los hermanos de carga giraron la imagen hacia el Ayuntamiento en señal de despedida hacia la ciudad. Después, siguió por Pintores, San Juan, Plaza del Doctor Durán, Sergio Sánchez y Pizarro, donde vive Fermina Corbacho. «Todos los años decoro mis balcones para despedir a la patrona», ilustra esta vecina del número 15.

Desde Pizarro, la imagen continuó por Fuente Nueva y Miralrío. Muy cerca de las once y media de la mañana la talla llegó a Fuente Concejo, el lugar donde se produce la despedida oficial a la patrona. Una año más, Rafael Valiente tomó el bastón de mando que la alcaldesa de Cáceres, Elena Nevado, cedió el pasado día 24 de abril a la Virgen durante la procesión de bajada y se lo devolvió a la regidora. Nevado obsequió a la Virgen, además, con un ramo de rosas. 


Tras escuchar la Salve y a ritmo del Redoble, la imagen inició su ascenso hacia el Santuario por San Marquino, con un ritmo mucho más rápido y ágil que hasta el momento. En Fuente Concejo la procesión se acaba y se convierte en romería. Comienza entonces una subida libre de protocolos, donde los hermanos de la cofradía suelen ser agasajados con productos de la tierra durante el recorrido final. 

«Me da mucha pena cuando se va. El novenario se me hace muy corto», señala Josefa Marginet, que acudió a despedir a la Virgen a Fuente Concejo. 

 Noticia: www.hoy.es

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